"En aquel Imperio, el Arte de la Cartografía logró tal Perfección que el Mapa de una sola Provincia ocupaba toda una Ciudad, y el Mapa del Imperio, toda una Provincia. Con el tiempo, estos Mapas Desmesurados no satisficieron y los Colegios de Cartógrafos levantaron un Mapa del Imperio, que tenía el Tamaño del Imperio y coincidía puntualmente con él. Menos Adictas al Estudio de la Cartografía, las Generaciones Siguientes entendieron que ese dilatado Mapa era Inútil y no sin Impiedad lo entregaron a las Inclemencias del Sol y los Inviernos. En los Desiertos del Oeste perduran despedazadas Ruinas del Mapa, habitadas por Animales y por Mendigos; en todo el País no hay otra reliquia de las Disciplinas Geográficas.
libro cuarto, cap. XLV, Lérida, 1658".
Gracias a Jorge de Palermo y a René de Bruselas.
Dice Calvino (quien sin duda estaba al tanto de este relato) que un mercader veneciano le contó a un emperador tártaro de una ciudad llamada Raísa, en la cual la vida no es feliz. Sin embargo, "también en Raísa, ciudad triste, corre un hilo invisible que une por un instante un ser viviente con otro y se destruye, después vuelve a tenderse entre puntos en movimiento dibujando nuevas, rápidas figuras de modo que en cada segundo la ciudad infeliz contiene una ciudad feliz que ni siquiera sabe que existe".
ResponderEliminarYo no logro responder en cuál de las ciudades vivimos nosotros. ¿En las ruinas abandonadas o en el Imperio original? ¿En la ciudad infeliz o en la feliz que comparte su existencia? Igualmente me resulta inútil la diferencia entre la realidad y el signo de la misma, si sólo una divinidad puede distinguirlas.
Ah, sí, Calvino sabía bien de signos y de ciudades, de felicidades y de hilos invisibles...
ResponderEliminarmmm....¿Qué opinaría Calvino Hoy?..Dónde decidiría vivir?
ResponderEliminarLa verdad, no tengo ni idea de que diría Calvino hoy, pero el final de Las Ciudades Invisibles para mí define la situación de todas las ciudades del mundo : "El infierno de los vivos no es algo por venir; hay uno, el que ya existe aquí, el infierno que habitamos todos los días, que formamos estando juntos. Hay dos maneras de no sufrirlo. La primera es fácil para muchos: aceptar el infierno y volverse parte de él hasta el punto de dejar de verlo. La segunda es riesgosa y exige atención y aprendizaje continuos: buscar y saber quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacer que dure, y dejarle espacio."
EliminarMe parece que ahí se señala que la pregunta importante a responder no es en dónde vivir, sino cómo hacer para vivir si siempre vivimos en el infierno.
Jorge de Palermo decía lo contrario, aunque quizá haya verdad en ambas miradas: que en este mundo la belleza no es tan infrecuente, que la transitamos cotidianamente. Y concluía: "No pasa un día en que no estemos, un instante, en el paraíso".
ResponderEliminarComo bien señalás, me parece que ambas afirmaciones son verdaderas, ya que no son contradictorias. Según yo lo veo, para estar un instante en el paraíso es necesario estar en otro lugar, sino tal afirmación sería absurda. Y ese otro lugar para mí es este infierno de los vivos que menciona Calvino.
EliminarMe gusta el final de Alguien, de nuestro común amigo Jorgito Serrano:
"Quizá en la muerte para siempre seremos,
cuando el polvo sea polvo,
esa indescifrable raíz,
de la cual para siempre crecerá,
ecuánime o atroz,
nuestro solitario cielo o infierno."
¿No son meros nombres, Cielo e Infierno, en la vana cartografía con la que pretendemos orientarnos en el vacío? ¿No son también parte de esa toponimia a la que damos entidad por creer en ella?
EliminarEsto se está poniendo cada vez mas denso, denso, denso. ¿Represantan algo los nombres? ¿Son otro mapa que nada tiene que ver con territorio, que sólo tiene la realidad del hablante, del lector del mapa? Difícil...
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