miércoles, 6 de junio de 2012

800 VECES


En nuestra corta existencia, hemos llegado a las 800 visitas. Lo cual prueba que no sólo, como afirmó nuestro amigo (¿?) JP Feinman, cualquier boludo tiene un blog, sino que además hay gente que lee ese blog!
Yo, en lo personal, sigo pensando que cada palabra aquí escrita tiene la misma vida que la palabra hablada, muere en cuanto es pronunciada. Y aunque ese engendro desprendido de las matemáticas denominado estadísticas diga que alguien nos leyó, siento la cara compañía de la soledad.
Salud!

domingo, 3 de junio de 2012

DE NACIONALISMOS Y LA CRÍTICA


Recientemente tuve la oportunidad de leer el Aviso de Suscripción a la revista “El Tiempo” que Fiódor Dostoievski escribió en 1860. Es conocida su calidad literaria, no descubro nada al afirmarla. Pero sí me parece interesante compartir algunos extractos para dar cuenta de su pensamiento y sus ideas sobre Rusia (y creo yo sobre cualquier país fuera de Europa), sobre el rol de la prensa y la crítica. Y la actualidad de la temática desarrollada:


“Alguna vez nos hemos reprochado a nosotros mismos por la incapacidad para el europeísmo. Ahora pensamos distinto. Ahora sabemos que nosotros tampoco podemos ser europeos, que no estamos en condiciones de ajustarnos a alguna de las formas occidentales de vida experimentadas y elaboradas por Europa a partir de sus propios principios nacionales, ajenos y opuestos a nosotros. Nos hemos convencido, finalmente, de que nosotros también somos una nacionalidad aparte, sumamente original, y de que nuestra tarea es crearnos a nosotros mismos una forma nueva, propia, nativa, tomada de nuestra tierra natal, tomada del espíritu popular y de los principios populares.


Entre nosotros no hay, como casi en todas las literaturas europeas, revistas y diarios que negocien por dinero sus convicciones, que suelan ir cambiando su vil servicio y a sus colaboradores únicamente porque otros les dan más dinero. Pero notamos, sin embargo, que es posible vender las propias convicciones no sólo por dinero. Es posible venderse, por ejemplo, por un superfluo y connatural servilismo o por el temor a adquirir fama de tonto por no estar de acuerdo con las autoridades literarias. La dorada mediocridad llega a veces incluso a temblar desinteresadamente ante las opiniones establecidas.

Los fenómenos de la vida, las opiniones comunes establecidas como principios que, con o sin intención, por su uso general y demasiado frecuente han pasado a ser aforismos vulgares, extraños y enojosos, están tan sujetos a la crítica como un libro o un artículo periodístico de reciente publicación.”