viernes, 25 de mayo de 2012

WILD IS THE WIND

Gentileza WINDCREATURE

Cuentan que en la antigua Persia un príncipe mandó construir un palacio para su princesa en el medio del desierto. Y era tal la opulencia que para realizar la construcción, en lugar de agua, había hecho traer de todas partes del mundo las más preciadas y aromáticas flores para extraerles sus esencias. Así, cada habitación estaba perfumada con un olor distintivo. Por supuesto, el tiempo y el clima hicieron lo suyo y el palacio fue abandonado primero, y convertido en ruinas después.
En la actualidad, dicen los beduinos que existen en el desierto profundo, donde pocos se animan a llegar, unas ruinas que tienen los aromas del paraíso. Y que se puede caminar entre ellas, y acercando las narices a sus paredes se puede imaginar la opulencia de la construcción y adivinar su arquitectura: el aroma a rosas en los cuartos, el jazmín en las salas, azahar en los baños, azaleas en los aposentos reales, etc.
Esos mismos beduinos, después de recorrer todas las ruinas, dicen encontrar el más espléndido de los perfumes al salir de nuevo al desierto, de cara al oriente, y encontrarse con el viento que ha viajado miles de kilómetros sobre la arena milenaria durante días y noches para atravesar en las ruinas sus primeros obstáculos. Ese perfume a nada que arrastra el viento, que sólo es identificable luego de haber atravesado el edén, es preferible a cualquiera de las creaciones humanas.
Y sin embargo, en cualquier aldea del extremo oeste del desierto, en alguna fresca noche, los habitantes suben a las terrazas y esperan. Afirman que cuando sopla el viento proveniente de oriente a través del desierto, es el mismo Dios quien sopla y por eso llegan con el los aromas del paraíso.

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