jueves, 26 de abril de 2012

PALO ENJABONADO

Gentileza Wind Creature
Sábado 21 de Abril, once de la noche en la puerta del teatro La Cova de Martinez, en donde Palo Pandolfo está por tocar con su actual banda La Hermandad algunos temas nuevos y una selección de temas de Don Cornelio y Los Visitantes. Me había enterado el jueves previo que la iniciativa de tocar clásicos de esas dos geniales bandas y la selección de los temas se había realizado por facebook. Si esa red, cuya única utilidad es darle a gente sin vida la posibilidad de compartir lo que les pasa (o sea, nada, o en el estilo facebook “estoy cansado”, “parece que va a llover” o la genial “hoy es viernes”) era el origen del recital, la cosa empezaba mal.

Hay recitales en donde las cosas fluyen de una forma que las canciones pierden su orden y uno, como espectador, se ve transportado por un viaje (catártico me dijo alguien después del recital) en donde los sentidos se expresan de una forma no intelectual generando sensaciones únicas (estaba tentado de escribir placer único, pero no es el placer la única sensación que genera el arte, también la incomodidad, la molestia, las inquietudes, la excitación, la calentura, el dolor y la bronca se pueden dar lugar y se agradece que suceda). Y hay otros recitales en donde uno comprende desde el arranque que nada nos llega, que nada nos genera lo que está sucediendo (obviamente omito aquellos en donde lo que sucede es lisa y llanamente malo, porque suelo huir despavorido) y la magia no sucede. Palo ha sabido ofrecer de los dos tipos, he sido transformado por su arte y he presenciado conciertos correctos pero sin golpe. El que dio en la zona norte del conurbano no se correspondió con ninguno de estos tipos.

El recital arrancó con problemas de sonido, se toca demasiado fuerte todo y el lugar de la voz queda tan reducido que es imposible cualquier contraste. Este es un problema común, las bandas deberían tener el ejercicio de tocar muy bajo y dejar al cantante sin micrófono; si lo pueden hacer, recién ahí pueden subir los instrumentos progresivamente. Hubo problemas de tempo con el baterista, y poca o ninguna comunicación entre los integrantes de la banda. La cosa mejoraba un poco cuando hicieron los temas que Palo está grabando con la banda para el próximo disco, donde se los notaba mejor ensayados y ajustados (lo cual insinúa falta de ensayo de los temas viejos o incluso desconocimiento). El resto del tiempo daba la impresión de ser una banda amateur acompañando a un tipo experimentado tratando de remar la situación.

Palo tiene un lugar destacado como compositor y como intérprete, una forma personal de hacer arte, poderosa, incómoda y auténtica. Eso no cambia por un recital. Pero sirve para explicar porque digo que no se adapta a ninguno de los tipos descriptos antes. Se conoce y valora lo que Pandolfo puede dar en vivo, y por eso se vivió el recital como un esfuerzo de parte del público de que la cosa mejorara. Como si el público pudiera suplir lo que arriba del escenario no se producía. Salimos del teatro con el cuerpo cerrado, duro, y agarrotado por este “esfuerzo”. Sensaciones encontradas me duran desde entonces. Por un lado, tomar cabal magnitud de lo vasta, variada y genial que es la obra que Palo ha ido construyendo en estos años de carrera. Por otro lado, la poca justicia que se le hizo en el recital a esa obra.

Por último, dos comentarios que no hacen a la cuestión principal, pero me parece pertinente aclarar. El primero, trato y trataré de no asociar la cantidad de espectadores de cualquier espectáculo con la performance. Me molesta que muchos respondan a la pregunta “¿Cómo estuvo?” con un “Lleno total” o “Metimos xxx personas”. El segundo comentario, pasaron siete años y algunos meses del incendio de Cromañón y el público sigue igual de estúpido, sin hacerse cargo de la responsabilidad que le cabe. Mientras se pasaba una grabación (“Apaguen los celulares, no fumen, etc.” como las que se escuchan en cualquier teatro o cine) algunos chiflaban y gritaban estupideces, como le chiflaron y gritaron estupideces a Chabán antes del incendio. Y una vez comenzado el recital, aparecieron aquellos que se creen con la obligación de “animar” al resto del público, de arengarlos, una especie de porristas del rock que en lugar de mirar el escenario miran hacia la gente para que hagan lo que ellos quieren. Una actitud autoritaria que se ha vuelto costumbre con la nefasta idea de que el público es parte principal del show. Así está el rock…

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