domingo, 14 de abril de 2013

IT´S A PERFECT DAY FOR DREAMS COME TRUE

Pasada media hora del inicio del sábado, nos quedó una promesa de volver a vernos, y algunas cuantas certezas. The Cure acababa de terminar un show de 40 canciones en tres horas y diez minutos de recital. La promesa la hizo Robert Smith, pero estamos prevenidos que Robert no siempre cumple sus promesas. Después de todo prometió en 1987 no volver a Buenos Aires y acá estuvo.
Lo cual nos lleva a la primera de las certezas: The Cure tocó en River. Y aunque parezca superfluo remarcarlo, hay que hacerlo ya que hasta bien entrado el show muchos todavía no podíamos creer estar viéndolos en vivo en estas tierras. Y de la mano viene la segunda certeza de su paso. The Cure es una gran banda. Es verdad que The Cure es Robert Smith (en los papeles es el único miembro permanente de la banda, después de haber echado, vuelto a incorporar y vuelto a echar a varios integrantes), pero sus temporales (algunos con más tiempo que otros, pero temporales) laderos cumplen a la perfección sus roles. Jason Cooper sostiene el ritmo de la banda, y junto con Simon Gallup (el más viejo compañero de Robert) le aportan la parte más sanguínea y corporal. Sobre esta base Roger O'Donnell utiliza el teclado ya sea para meter esos acordes que generan el clima sobre el que las guitarras van a desplegarse, o para tocar esas pequeñas melodías pegadizas (hasta coreadas por el público) que son marca registrada del sonido más pop de la banda. Y, como capas superpuestas pero sabiamente entrelazadas, las guitarras de Smith y del ex Tin Machine, Reeves Gabrels terminan de definir la atmósfera de cada tema, aportando un ritmo bien definido a veces, creando riffs en otras, o simplemente llevando la densidad del tema hasta las últimas consecuencias. Y sobre eso la voz (arrancó contenida y tranquila, pero con el correr de los temas se fue poniendo en forma y poder, mostrando que tiene la misma voz que al empezar su carrera) y la presencia de Smith, quien canta, gesticula, baila y sonríe. Y además habla poco, lo cual se agradece entre tanto cantante demagogo. El resultado de todos esos elementos es un sonido que no reproduce a la perfección las versiones de los discos, sino que las ejecuta dándoles vida propia, haciendo que algunos ganen y otros pierdan, pero tomando riesgos. Y eso también se agradece, ya que da cuenta del compromiso que tienen con su arte, y del respeto hacia al público, a quien no tratan de idiota. Y ahí tenemos otra certeza, The Cure no toca para complacer al público. Estos últimos días se comentaba que "tocaban todo" entre los que esperaban el recital. La afirmación es cierta, pero con un valor que los que la afirmaban no entendían. No es un recital de grandes éxitos, sino un recital donde conviven todas las épocas de The Cure, desde los clásicos pop que la gran mayoría fue a escuchar, hasta los temas más punks de sus primeros años, pasando por los temas más densos y opresivos. Y al parecer de quien esto escribe, en esta vida nueva  que tienen los temas en vivo, no como una simple repetición del disco sino como algo vivo, los temas pop y los temas más viejos suenan demasiado prolijos, hasta con un ritmo más tranquilo (excepto una tremenda versión de A Forest, basta comparar las versiones en vivo de otras épocas de Boys don´t Cry, Charlotte Sometimes, o Friday I´m in love para ver que ahora suenan calmas) mientras que los temas más oscuros de la banda son los que los llevan a un nivel de experimentación, de explosión contenida, de densidad,  que me atrevo a afirmar que ninguna banda en el mundo tiene (excepto Radiohead), que ponen al público en una disyuntiva, la de entrar en el tema y dejarse llevar, o quedarse afuera como simple espectador. Y algo de eso sucedió, ya que la mayoría no eran los temas que iban a escuchar, ni siquieran los conocían, y fueron muchos quienes se fueron ante la andanada seguida de los tres temas de Kiss Me Kiss Me Kiss Me (The Kiss, If Only Tonight We Could Sleep y Fight), Disintegration, One Hundred Years (uno de los mejores de la noche, con Gabrels mostrando por qué supo tocar con Bowie), Wrong Number, Trust y Want.
La crítica que se puede hacer a la genialidad de la banda es el armado de la lista de temas, sutil técnica que no todos tienen, y acá creo que The Cure es donde tiene su punto flojo. Entre los últimos diez y los primeros diez temas hay dieciseis que cantó todo el estadio (la mejor de estas sin dudas fue The Walk), pero entre los veinte del medio no llegan a siete los temas conocidos, haciendo que muchos se fueran ante el frío y la exigencia del show. También esto nos lleva a decir algunas palabras sobre el público, quien se mostró sorprendentemente frío para la gran expectativa que se creó en todos estos años de espera. En parte por el armado de la lista, en parte por lo difícil que se hacía creer que estábamos viendo a The Cure en Argentina, en parte por los vallados que pusieron en el medio del campo obligando a muchos a verlos por las pantallas (las cuales estaba demasiado bajas así que tampoco se veían), en parte porque muchos del público fueron porque "había que ir" sin conocer demasiado la obra de la banda sino sólo por figurar, en parte porque buena parte de quienes sí conocían la obra de la banda tienen un promedio de edad que los lleva a estar sentados antes que adelante saltando, y en parte porque la energía que la banda misma emana es una energía controlada hasta no poder con ella y explota, no una energía que se deje salir libremente; todos estos elementos dieron como resultado un gran show con un público atónito, lejos de aquellos desmanes de 1987 y pero también lejos de ser un público encendido y caliente. Como para que Robert pensara al terminar a qué era lo que le temía de volver a Buenos Aires.
En Argentina solemos tener una tardía recepción de muchas de las tendencias mundiales, las cuales se arraigan y toman formas locales. Los rolingas como deformación de un pequeño matiz de los Stones, los punks desplazados de tiempo y lugar, usando camperas de cuero imposibles de pagar para un verdadero punk, y los darks no son la excepsción a la regla. Casi como precursores del emo de Capusotto, enfrentándose al vacío nihilista de la existencia con angustia y desesperanza. The Cure hace tiempo que afirma este nihilismo, pero con una mirada vital y poderosa, como canta Robert Smith en la canción que marcó la mitad exacta del show Doing The Unstuck: "expulsemos las penumbras, echemos la tristeza! Es un día perfecto para volver realidad nuestros sueños, para pensar en grande y hacer cualquier cosa que querramos hacer." Y si nuestro sueño fue poder ver a The Cure en vivo sí que fue un día perfecto. Let´s Get Happy!

1 comentario:

  1. ¿No estaría bueno leer aquí una reseña como esta del recital de Cave en el Malvinas? Puede ser una buena oportunidad para cerrar el hiato de este blog.

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